lunes, 29 de octubre de 2007

El sociólogo


Hola chicas, ¿puedo haceros una encuesta? - preguntó una voz. Las tres nos giramos justo en el momento en el que un completo desconocido se sentaba en nuestra mesa y se encendía un cigarro. Desconocertadas aceptamos. Tras quince minutos me encontraba realizándome a mí misma el test, mientras el encuestador se dedicaba a fumar y a aburrir a mis amigas en la cafetería. Terminé el cuestionario lo más rápido que pude, se lo entregué y conseguimos que se marchara. Nos estuvimos riendo de aquello toda la tarde. Menudo chico más raro, pensamos.



Dos días más tarde comienzo a recibir mensajes con chistes sin ningún tipo de gracia en mi móvil. Sí, era el encuestador que había cogido mi número del cuestionario y se dedicaba a pedirme citas. El colmo de la profesionalidad, nos presiona para hacer la encuesta, ni nos la lee, ¡y encima usa el número para ligar! No nos lo podíamos creer, era mucho más raro de lo que habíamos pensado. Desde entonces no respondemos a ninguna encuesta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un ejemplo de los chistes que recibí:

"Dos amigos están mirando al cielo y pasa un cohete. Uno le dice al otro: Ese cohete va a Venus. A lo que el otro le responde: Pos vamos a escondenus."

¡Juzgad vosotros mismos!

Anónimo dijo...

Es que los chistes son malísimos... No se de donde los habrá sacado pero con eso no se ríe ni mi abuela.

¿No se dió cuenta de que soportarle durante una hora ya fué en sí un chiste?

¿Te parece que el vídeo sobre la UPV refleja la realidad?