domingo, 11 de noviembre de 2007

La abeja Maya



La saturación de personas en un aula provoca un olor a humanidad que nos obliga, a pesar de una climatología adversa, a tener abiertas las ventanas por completo casi a diario. Esto trae infinidad de consecuencias, entre ellas ser el objeto de obsesión de grandes insectos.


Una tarde, como tantas otras, un extraño zumbido rompió nuestra profunda concentración. Con un sorprendente efecto dominó todos levantamos nuestras cabezas y cambiamos nuestro centro de interés en busca de aquel intruso. Nos costó dos horas echarle de clase. Cuando creímos habernos librado de él, nos sorprendió también en el baño. Tras fuertes gritos y una rápida estampida, el abejorro se marchó, pero no para siempre. Al irnos a casa, volvimos a encontrárnoslo dentro del coche, así que indefensas, decidimos ponernos a fumar como carreteras, ya que supuestamente el humo ahuyenta a este tipo de insectos. Sólo cuando el coche estuvo completamente lleno de humo nos deshicimos por completo de él. Sin embargo acabamos casi ahogadas y con un horrible olor a tabaco en la ropa. Lo curioso es que fue el mismo abejorro todo el tiempo, ¡o eso creemos!

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